sábado, 8 de diciembre de 2012

TRIUNFO DEL ALBA


Viajan en naves hechas de luces livianas, curvas, elásticas y dilatadas

Carga su equipaje el saber de Dios y la inmanencia de todo su poder

Epopeyas, romances y milagros, siguen hilos sin cabos de su Cosmos

Medido al justo de lo infinito, justos sus huecos, sus letras y poetas

Justos flores y voces, dioses y mariposas, Suelo y Cielo, Luna y Sol

Poesía es el silencio del dolor, la paz de la despedida final y la risa

Del frío aritmético de un reloj al ala rota del ave, pía dolor la poesía

Robledal de aladas viajeras, leves, obedientes a las voluntad del aire

Crecen  en rima de sonetos arreglados al compás de una sinfonía

Verdades y razones al filo del desconcierto y la paranoia nos burlan

Niña flor, olor a adolescente, madre ya del amanecer del mismo hoy

Imaginación ayer, poesía hoy parida de futuro, mármol de diseño

Para versos eternizados en surcos pulidos por los rayos de sus ojos.

Soñadores invencibles, irredentos, seguimos la fe en su belleza única

Sin rendirnos ni olvidar el rumbo de los luceros triunfales del alba.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Otra vez hoy los sueños



Caminos de otros tiempos 
borrados entre los verdes matorrales silvestres
viven en los trazos perennes 
que duermen abiertos en mis ojos cerrados.
Tardes que se apagaron 
entre los ojos despiertos 
de esfinges luminiscentes
y el canto ilimitado de violines desafinados 
en coros de reptiles y cigarras
El claro de tus ojos claros 
relucía contra la misma palidez de tu frente
Tu propia mordida de los labios 
hacía mojar las manos, axilas y palabras
al par los años crecidos patios contra patios, 
del riachuelo a la quebrada
Palpitaban los miedos y sustos, 
la adolescencia y sus desconocidos divinos.
Tiempo de risas y sonrisas sin ensayos 
cuando alza el lagarto su lagartija.
Tiempo de morir al descubrirse el ojal 
del vestido ante el gesto inconsulto.
Arribaron sin contarse los días de tormentas, 
rutas y distancias obligadas.
Los mares se volvieron más anchos cada vez, 
naves en rumbos opuestos marcaron nuestros viajes. 
Días afanados y noches infinitas de costados
soportaron los decenios de memorias retenidas y vírgenes pasiones rotas.
Tanta distancia, tanto mar, 
al cabo del círculo arribamos al mismo puerto.
Cabalgamos sobre las deudas, risas y besos, 
desvelos, playas y bahías. Volvimos a la quebrada. 
No es la misma, ni al pie está el mismo riachuelo
La sublime dignidad inscrita en sus tiernos surcos desvaneció la nostalgia
Mis manos de nuevo sudorosas contaron sus latidos, la misma fue su voz.
Convertimos en juguete lo nuevo de sus caderas y sus ojales reventados.
Otra vez sus ojos claros encandilan la mirada contra el pálido de su frente.
Otra vez el remorder de labios contenían la saliva... otra vez hoy los sueños.

© Julio Ramírez

martes, 22 de noviembre de 2011

Rufino de la Cruz no tiene nombre


Hermanas Mirabal


Rufino de la Cruz nació un día viernes
de la tercera semana de noviembre, 
sin nombre, sin noblezas, sin valores,
con testículos y sangre señalada de negro.

El Sol hizo amanecer el día
como lo hace todos los días, 
no hubo anuncios reales,
los ríos, los pájaros y el viento 
cantaron y silbaron como siempre lo
hacen en la tercera semana de noviembre.

Tal vez sólo su ángel guardián asignado 
sabría que Rufino llegaba signado
para que la bestia del olvido 
se lo enguyera sin atragantarse
porque las lealtades no atragantan.

Las lealtades, como lo hacen los agradecimientos,
fluyen como las corrientes de sangre oxigenada, 
como la transparencia de las límpidas  aguas  de los arroyuelos,

Corren así, como los pensamientos de las acciones 
de las buenas voluntades inconfesadas, 
por los causes de la mano derecha 
que no le cuenta a la izquierda.

Las lealtades son como las oraciones 
murmuradas por los niños antes de dormir, 
sólo las oye, quién sabe, si Dios.

Un día y otro día Rufino buscó 
los caminos asfaltados de la Ciudad
y conoció los nombres impronunciables de "El Jefe"

Respiraba sus orgullos rurales avanzados 
en afanes y luchas contra los
perversos que mandaban

Rufino estuvo temprano y a tiempo  
con los testículos templados 
para completar una misión más, 
al lado de Minerva Mirabal

Las campanas de la muerte sonaban 
y resonaban sus ecos en las voces y diálogos
de las amenazas

Mas, no importaba nada, 
los mandatos de las conciencias 
ordenaron la salida de Las Muchachas

Rufino era sólo un amuleto de azabache 
con testículos distintos, como era preciso, 
para cuidar de espíritus malignos
el camino largo y tortuoso que seguirían las infantas..

Bordeando montañas, precipicios, 
lluvias y tormentas. Rufino era un ausente de
filiaciones

Sin nombres ni historias de ciudad, 
sin madre para sufrir su muerte, sin
padre ni hermanos para vengarla,

Los garrotazos rompieron su cuello, 
callaron su garganta, y maceraron sus testículos  
por miedo a que despertara  su espíritu, 
era sólo la garganta negra de un esclavo.


Rufino no tenía Dios ni sabía escribir versos, 
no supo de Sócrates ni de Los Olimpos 
ni de la guerras del mundo

Era como los indios sin almas, 
no ocupaban  a los frailes de La Conquista, 
sin Biblia, sin pecado original

Rufino conocía los días lluviosos 
que ordenaban las cabañuelas, pero no
leía La Cuántica ni El Príncipe

Entonces Rufino no ha sido contado, 
mucho menos cantado.

Rufino se quedó sin flores, sin tumba, 
sin oraciones ni epitafio.

No ha muerto Rufino, los fantasmas no mueren, 
no tienen origen, no tienen hijos, 
ni hermanos, ni padres, ni sobrinos, ni amigos.

Es sólo un espectro de las fantasías negras, 
una sombra invisible y congelada 
en el mar de los olvidos

En el mismo fondo del mar 
donde florecen transparentes, sin colores,
las azucenas de los abismos 
cultivadas por ángeles sin dioses.

Donde los colores de las estrellas son imposibles, 
donde el Sol no irradia su calor, 
tal vez  por allí , con sus machos testículos 
vuela Rufino junto a los dioses sin nombres de La Lealtad.

©Julio Jarmas

Rostro negro


Su rostro negro no ha sido tocado 
por el tiempo ni los tormentos
De ligera piel continua, 
sin surcos ni tropiezos, 
sólo reflejos y calmas

Despiertos sus ojos me han mirado 
sin desvaríos desde su marco candeal

Sus palabras en armonía de gaitas 
maleaban lo profundo de mis sentimientos 
rendidos de rodillas

Me derretían la libido sus labios húmedos, 
encendidos en enrojecida transparencia

Su diálogo inocente no advertía, -tal vez-, 
mis lascivos instintos hormonales

Saturados de memorias comparadas, 
ella es distinta, de luces desiguales, deslumbrantes

Confesada de viuda, emplazada 
por mis intentos de despertar 
la pureza de su presente

Ella aparece en mis noches y mis caminos, 
contra cada recodo 
de mi andar de lobo curtido

Ella me habla con los matices 
de su timbre adolescente 
jamás superado por el medio 
lleno de sus días.

Ella es la verdad, yo soy la mentira, 
ella es la flor, yo soy la mojada 
leña que se apaga

Bajo el otoño nublado, 
de hojarascas y soles entristecidos 
que se agotan tras el púrpura crepúsculo

Mi hoy desesperado reclama 
su aliento, su miel, 
el alimento de su alma, 
elixir sagrado para la mía

Me lanzo al mar infinito 
de sus inciertas coordenadas, 
sin astrolabio, sin velas ni remos

Sin brújula  ni sextante, 
contra las voluntades divinas, 
contra la tormenta tras su silbo de sirena

Sólo con mis brazos de marinero, 
los del náufrago que no se rinde,
solo en medio de la noche

Si muero de esperanzas mi vencida s
erá el trofeo que le serviré en el cielo 
con las estrellas como testigos

Allá, en lo alto, el don de su sonrisa eterna 
será la redención de todas las opuestas turbulencias 

Entonces, mis juramentos serán bendecidos 
por el mismo amor de Dios. 

©Julio Jarmas

Angelita



Brillaban las mañanas como siempre brillan los amaneceres de mi pueblo,

Doncellas adolescentes tímidamente sonreídas trocaban fugaces miradas por un gesto,

Todas caminaban hacia la escuela apurando la gracia de sus pasos,

Angelita era el nombre de una niña de mirada despierta y distinta,

De palabras completas y pasos adelantados a la prisa,

Sus gestos escolares iban definidos por su uniforme relucido,

A la medida del orden monárquico como infanta consentida.

Ningún salto estaría permitido para invadir sus cercos,

Sólo Dios conocía los códigos de sus puertas.

Sólo Dios porque Dios lo sabe todo.

Angelita era distinta a todas porque su gracia era inmensa.

Angelita es distinta a todas, porque su gracia es inagotable.

©Julio Jarmas

Mi niña y sus dudas



Mi niña creció abrazada a las dudas de las explicaciones mudas
Mi niña creció abrazada a las dudas de las explicaciones del amor
Resuelta en lágrimas rebeldes, preguntas complejas y sueños filiales
Su nombre estaba incompleto, como signos de la génesis de su cuerpo
Su madre le contaba historias de barcos y piratas y viajeros sin tiempo
Mis ausencias marcaron sus amaneceres, días escolares y horas de dormir
Mi niña lleva los tatuajes volcánicos de mis impudicias, pero yo la amo
Más que a mis recuerdos de niño, más que a mis dioses, más que a mi vida
Amo sus juegos de palabras adolescentes que maduran, sus negaciones
Sus sabias respuestas, sus gracias, sus gestos de guerra, sus gestos de paz
Yo amo la mirada razonable de su cautela y los asertos de su desconfianza
Amo sus medio-besos sin historias recogidas. Yo la amo cual mi Diosa.

©Julio Jarmas

Su nombre



Dulce era el nombre amistoso de una niña tierna como polluela en plumones

Una tarde como todas las tardes deportivas de mis vacaciones en mi pueblo

Su paso contorneado venía de frente, cimbreante, breve como su frágil silueta

Yo, tocado por el impresionante desconcierto de su núbil apariencia recién inaugurada

Mascullaba entre salivas mi asombro entre lascivias, fríos de piel y calor de mente

Estremecida. Esquivaron sus pasos la ruta inminente del encuentro y sus ojos mis miradas

Mis nerviosos deseos de acercarla hasta el tremor de mi entorno rodaron por el suelo

Corté la respiración por un instante, encendidos mis arrojos seguí su diligencia casual

Eran los días lluvioso del verano lluvioso, escandalizaron las aguas mi presencia

Determinadas a espantarme de su calle final sin curvas ni salida, retornaba dichoso

Entre esperanzas, determinaciones y sustos del alma. La suerte apostaba por mi carrera

Santificada por la dulzura de aquel único cruce de miradas de estallantes feromonas

Puras, nuevas, cargadas aun de los aromas de la pubertad despedida sin celebraciones

Así, regresé hasta su portal cuando la noche declaraba los brillos plateados de la luna

Redoblados por la magia de tus ojos cuando al aviso vecindario de mi presencia apareciste

Ante mi, esplendorosa, recogida la voz tras unos gestos de mujer resonantes en mi piel

Lúdicamente mimetizados tus labios se desvanecían bajo el brillo húmedo de la joven pasión

Tintineaban en mi pensamiento los tonos ligeros de tus mejillas en el ir y venir de sus flujos

Aligerados por los pulsos acelerados de un corazón sometido a la confusa presión del amor

©Julio Jarmas